sábado, 7 de marzo de 2009
Cueva de Altamira
En el Paleolítico Superior, hace entre 18.000 y 14.000 años, la Cueva de Altamira estuvo habitada por poblaciones de Homo sapiens sapiens. La cueva se encuentra situada en la parte alta de una de las suaves colinas que rodean el valle donde se asienta actualmente Santillana del Mar, en Cantabria. La entrada de la cueva tenía una amplia boca de 20 metros de ancho y seis de alto, que daba acceso a un vestíbulo de unos 200 metros cuadrados. Este espacio era el lugar de habitación, estando iluminado por la luz del día. Aquí se realizaba la vida en torno a hogares, siendo un lugar lleno de actividad y objetos de uso cotidiano. Sus pobladores vivían de la caza, la pesca, la recolección y el marisqueo. Vestían prendas muy diversas confeccionadas con pieles de animales, que les protegían del clima frío. Su indumentaria no se diferenciaba sustancialmente de la actual: pantalones, casacas, capuchas, chubasqueros, botas... Sus prendas se adornaban con colgantes y objetos de hueso, conchas o dientes. Para su labor diaria, disponían de numerosos instrumentos en sílex, hueso y asta, especializados para cada uso como cuchillos, raspadores, punzones, arpones, azagayas, agujas, buriles, etc. El fuego de los hogares les proporcionaba luz y calor, les servía para ahuyentar las fieras y cocinar alimentos. Se iluminaban también con lámparas de tuétano: en un recipiente el tuétano servía como combustible y fibra vegetal como mecha. El interior de la Cueva no estaba habitado. La cueva en total tiene un recorrido complejo de 270 metros y un trazado irregular a través de varias salas, todas ellas con pinturas y grabados paleolíticos. Se distinguen en ella cuatro partes: el vestíbulo, la Sala de Polícromos, la Hoya y la Cola de Caballo. De todas las áreas, la Sala de Polícromoses la más llamativa, por albergar una de las mejores colecciones de arte rupestre del mundo. Esta sala fue considerada por Breuil la Capilla Sixtina del Arte Paleolítico y donde se localizan los famosos bisontes. En esta sala se conservan bisontes, caballos, ciervos, manos, antropomorfos y signos, pintados y grabados, de los periodos solutrense y magdaleniense. Las pinturas y grabados están situados en el techo de la sala, cuya altura oscila entre 0,70 y 2 metros. Para confeccionarlos, primero se grababan y dibujaban con carbón el contorno exterior y algunos detalles anatómicos. A continuación, se aplicaba el color rojizo de relleno. Sobre esta masa cromática, se realizaban raspados para separar planos y dar relieve a la anatomía. El empleo del relieve natural y la textura de la piedra ayudan a dar realismo a la figura. Mucho se ha elucubrado acerca del sentido de las pinturas. Los especialistas consideran que son manifestaciones de alto valor simbólico, pudiendo servir como figuras totémicas, elementos propiciatorios o ritos de fecundidad, entre otras teorías. Actualmente se piensa que, al tratarse de una manifestación cultural tan extendida en el tiempo y el espacio, es difícil hacer una sola lectura sobre el sentido y significado de estas figuras.
FUENTE: ARTEHISTORIA
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